Es frecuente que desde fuera, una clase de Aikido recuerde a un baile o coreografía. Esta semblanza puede tener varias explicaciones. En primer lugar, al empezar a practicar, el estudiante sigue el movimiento para poder tener cierta seguridad, ya que no sabe caer sin hacerse daño. También se tiene que aprender la forma de atacar, que quizás no se corresponde con lo que se ve en las películas de acción. Todo esto puede parecer que se trata de una coreografía, cuando en realidad es una forma de aprender. Conforme avanza la práctica, el estudiante puede atacar con mayor contundencia, espontaneidad, y técnica.

En segundo lugar, muchos de los movimientos del Aikido son fluidos y circulares, y a la vez extendiéndose desde el centro. En esto coincide con las características de algunos tipos de baile. De hecho, existen varios tipos de danza o coreografías inspiradas por el Aikido. Entre ellas, en Valencia hemos conocido a estudiantes de Contact, una danza creada por Steve Paxton en los años 70 del pasado siglo.

En tercer lugar, el Aikido y el baile requieren una conexión más allá de lo físico. Hay un libro muy interesante titulado Se parece mucho a bailar: Diario de Aikido1 por Rikki Moss sobre la vida de Terry Dobson. Dobson Sensei fue alumno del Hombu Dojo entre 1960 y 1969, y posteriormente impartió clases en los EE. UU. No es un libro para aprender técnicas de Aikido, sino más bien una colección de anécdotas. Es un libro escrito con cierto sentido poético, aunque también con lenguaje muy directo, y con fotografías de gran calidad artística. Hemos seleccionado tres fragmentos como muestra (traducción no oficial):

“El Aikido te hace mirar a tu impaciencia, tu arrogancia, tu mezquindad, torpeza, crueldad, cobardía- todas esas cualidades en ti mismo que necesitas mirar. Te muestra tu valor y compasión, amor, dulzura, y disfrute, y te muestra esas cualidades en otra gente. Hombre y mujeres, hombres y hombres, mujeres y mujeres son capaces de tocarse de forma no violenta. No solo tocarse físicamente, sino verse de forma verdadera. No te puedes esconder en el tatami. No puedes pagar a alguien para que caiga. No puedes usar sofismas. Cuando vas de cabeza al tatami a cinco metros por segundo, ya puedes hacer algo si quieres salir indemne, y ese algo inevitablemente es relajarte. Es muy fácil contraerse bajo presión, pero lo que realmente te define es si te puedes relajar. Cuando aprendes a relajarte, puedes lidiar con un matón que viene hacia a ti a setenta kilómetros por hora con un puñetazo, de forma que ninguno salga herido, y que los dos os sintáis bien. Es un subidón potente“.

It’s A Lot Like Dancing: Aikido Journey (1993) Stories by Terry Dobson. Edited by Rikki Moss. Frog Ltd.

“Se parece mucho a bailar. Cuanto más tiempo y energía inviertas en aprender los pasos, menos disfrutas del baile. A la vez, si no sabes los pasos y solo disfrutas, no eres muy artístico. En la aproximación al arte, cada uno de nosotros tiene que balancear aprender los pasos y disfrutar de la música. Cada profesor enseña de forma diferente. Me parece que al principio hay una preocupación con aprender los pasos, y creo que eso es bueno. Pero después, es importante saber que la música también es crítica. Solo siente la música y entra en la sensación de la proyección sin preocuparte por las distintas partes. Participa en el flujo. En un momento u otro, tendrás que liberarte de las técnicas y dejarte ir. Hacer esto da miedo (…) Recuerda que es un arte marcial. Demasiado a menudo la palabra “marcial” recibe demasiado énfasis y la palabra “arte” recibe demasiado poco”.

“En japonés, la palabra nage significa proyectar, y la palabra uke significa aceptar. Nage es el que proyecta a uke, que está de acuerdo con ser el chivo expiatorio. Uke tiene que aceptar la premisa básica que el que ataca ya ha perdido; al atacar, ya está derrotado. Se aprende más en Aikido como uke que como nage, porque se aprende a aceptar lo que te va a pasar con total compromiso».

Bibliografía y notas

1.- It’s A Lot Like Dancing: Aikido Journey. (1993) Stories by Terry Dobson edited by Rikki Moss. Editorial Frog Ltd.

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