Como en todos los inicios de una actividad, arte o cualquier actividad humana siempre hay un pionero que es verdaderamente necesario hacer un reconocimiento.
Esto es hoy lo que intentaré plasmar en unos cuantos párrafos, intentando despertar mi memoria que sé que se quedará corta y, evidentemente, solo contará aquello que observé desde un ángulo del tatami que ciertamente puede ampliarse desde otros testimonios de alumnos y compañeros aikidoka de Valencia y de otras partes.
Fernando Doménech Tarín sensei, nació en Cheste, y joven tuvo que marchar a la emigración para mejorar sus condiciones económicas, sociales y de vida. Ya que en aquellos años los viajes y experiencias de vida lejanos, Fernando me hacían ver una persona cosmopolita, conocedora de culturas distantes, de conocimientos que impresionaban a un joven como yo en aquellos años.
El recorrido de alguna forma su aventura fue para mí también una parte de admiración para quien considero mi primer maestro de Aikido y un ejemplo también personal.
Tras sus años en Francia, Alemania y Brasil antes de su regreso a Valencia sobre los años finales 1960 y principios de los 70, volvió con un gran bagaje cultural y conocimientos de Aikido que en Valencia era un arte marcial prácticamente desconocido, incipiente en España, con pocos núcleos de práctica, que abriéndose paso a través de judokas que habían tenido contacto con los primeros maestros que habían llegado desde Japón y los primeros aikidoka, sobre todo franceses se empezaba a asentar por diferentes ciudades españolas.
Cuando regreso del extranjero se estableció en Valencia en el barrio de Monteolivet con su familia.
En este contexto desértico llegó Fernando sensei, con una formación en judo y con un primer kyu en Aikido, habiendo practicado con Tadashi Abe sensei y con alumnos de Muchizuki Minuro sensei.
Empezó a colaborar con otro pionero del Aikido en Valencia, Gonzalo Carratalà sensei, dando clases durante un tiempo en su gimnasio Herca en Torrente.
Tras un periodo en él siguió un tiempo que llevaron a la creación, junto a otros socios, del ya mítico dojo Aikido Paterna que llevo a la difusión del Aikido con un gran número de alumnos. La labor de Fernando sensei, durante mucho tiempo allí fue descomunal. Hasta que la sociedad creada en ese gimnasio planteo un cambio de orientación puramente comercial para desarrollarse en otros temas, lo que supuso su salida.
Al mismo tiempo, Fernando sensei también daba clases en los gimnasios «Dojo» en Valencia lo que hizo que también se desarrollase una nueva generación de Aikidoka y estos alumnos comenzarán a abrir nuevos dojo de Aikido. La creación de estos nuevos dojo favorecieron la difusión en Valencia, creciendo exponencialmente.
Después de abandonar el dojo de Paterna, Fernando sensei, abrió dos nuevos dojo el primero en el barrio de Torrefiel y más adelante tras abandonar este proyecto abrió un dojo en su Cheste natal en 1986.
En el ámbito organizativo tuvo diferentes cargos tanto en la FVJYDA y la FEJYDA colaborando con la difusión y fortalecimiento del Aikido. La gran cantidad de seminarios realizados por su parte y la amplia dedicación es digna de admiración y agradecimiento por parte de tantos alumnos que pasaron por sus clases.
A nivel personal, Fernando sensei, fue un humilde trabajador del metal un buen profesional estimado por sus compañeros.
Padre de dos hijos, siempre preocupado por llevar adelante dignamente a su familia. La prematura muerte de su mujer fue un duro golpe para él; pasó un tiempo duro tras esa pérdida, refugiándose en el Aikido. Sus alumnos lo arropamos cuanto pudimos, pero siendo una persona fuerte de espíritu, salió adelante, como no podía ser de otra forma, y no tardó en superarlo.
Su animosidad y aliento eran destacadamente un tifón, siempre proponiendo la asistencia a cursillos y seminarios de Aikido fuera de Valencia, allá a donde se realizaran, clases extraordinarias, etc.
Desde el establecimiento del dojo de Cheste las clases de Fernando sensei los sábados por la tarde fueron un referente para todos sus alumnos y otros Aikidoka. Ese punto era una especie de faro que emitía su luz y sabías que estaba allí para animarte y cualquier consejo y ayuda que necesitaras.
Tras la escisión en el grupo de Aikido que pertenecía a la FEJYDA por la creación por parte de Kitaura sensei de su Asociación Cultural de Aikido, para Fernando sensei fue doloroso, pero tomó la opción de permanecer junto a una parte de ese grupo de Aikido en la Federación por cuestiones legalistas. No le resultó fácil, me consta por mis conversaciones con él sobre este tema.
Fue propuesto para ser el director técnico del departamento de Aikido de la FEJYDA, cargo que asumió dada su antigüedad y prestigio. Fue llamado en múltiples ocasiones para la realización de cursillos en singular y con distintos profesores.
Durante uno de ellos sufrió un desmayo, algo que supuso un grave aviso de su salud. Tras las revisiones médicas los diagnósticos fueron preocupantes lo que supuso un dilema: las opciones eran operarse con una disyuntiva del 50% de riesgo, lo cual era preocupante y asustaba.
Cuando nos enteramos sus alumnos estuvimos muy preocupados por la situación. Su respuesta fue valiente, nada de extrañar en él, iría hacia adelante.
Al saber su decisión me fui a verlo quedando en el dojo de Alboraya donde también daba clases. Estuvimos hablando de su decisión, sentí su determinación ante el riesgo, su valentía, no podía ser de otra forma, un irimi en toda regla ante la adversidad y circunstancias. Me transmitió, también, su angustia al no tener noticias de alguien muy cercano, que siendo consciente él del riesgo que contraía (que una cosa es ser valiente y otra ser un inconsciente y Fernando sensei no lo era) deseaba la presencia de aquel a quien tenía perdido sin saber por dónde paraba para si en un caso era su marcha tener ese último contacto y despedirse.
Esa fue la última vez que le vi y hablé con Fernando sensei. Me despedí de corazón esperando que todo fuera lo mejor con un fuerte abrazo, el último, y una gran sonrisa y un fuerte sentimiento de estima e intranquilidad. Tras la fatídica noticia de su fallecimiento me sentí desolado, con un vacío inmenso de no haber dado más ampliamente las gracias por todo aquello que Fernando Domènech Tarín sensei, mi sensei.
Gracias, Fernando sensei.
Josep M. Ramón.
Nota: La fotografía se corresponde con un curso de Kitaura Shihan en 1987 en el Pabellón de La Fuente de San Luis. Fernando sensei está en seiza al lado del Maestro Kitaura.
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